La Reina

¿Así que te hacés el zota? Por qué no te acercás un poquito, vas a ver qué sorpresas tiene para vos hoy la Reina. Porque me autodeclaré Reina en mi Condado, querido, y al pensarte no encuentro más que un peón que se hizo la rata. ¿Creés que soy resistente a indiferencias y silencios? Mirá que mi corona va de oro al cobre en un ratito, y cuando eso pasa se pronostica un cambio intempestivo en el ánimo. Mirá que cuando el sombrerito se pone así es que el cielo se oscurece, la temperatura baja y además se enojan los dioses. Mirá que no todo depende de mí y si se encaprichan los de arriba no hay pan para rato.

¿Qué son esos ademanes? ¿Dónde quedó la cortesía? Cuando vuelvas vas a fregar el piso, tengo acá doblados a mis pies los trapos. Te vendiste como caballero, compré ticket ida y vuelta y no llegamos ni a la mitad del primer tramo. Ya se te ven las costuras, las debilidades, los puntos negros que te amenazan diariamente. Sos tan tonto y transparente que no podés ocultarme nada. No a mí, una Reina doctorada en rayos gama que miran la ciudad y la ojean de noche, traspasan paredes, huesos, sábanas. ¿Y vos te querías hacer el vivo? Vamos. ¿El piola? No señor, que ya estamos creciditos y a esta altura de la soiré no engañamos a nadie. Si te pica el culo rascate, no te muevas en el asiento porque se nota. Se distingue a kilómetros, dulzura. Son muchos años en este mundo. Y vos con tu actitud olés raro.

¿Qué más decirte en esta noche? ¿Qué otra cosa linda? Llueve, sigue lloviendo, y si no aparecés más vamos a tener lluvia para rato. Porque aunque llegue a ser Reina de todas las reinas, siempre voy a querer más caramelo, más salsa en el plato. Soy así, una de tantas. Que se queda esta noche sin peón. Y que se vuelve al sobre, lástima, que para olvidar -quién sabe si por suerte o por desgracia- al final del túnel y del día siempre están latiendo dispuestos todos sueños en el interior de alguna almohada.