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Carta desde el pasado continuo // Boceto.

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Querida Manuela, ¿cómo estás? Te escribo desde Buenos Aires, desde un tiempo sin tiempo que se transita todavía con la calma de quién mira caer las hojas en otoño. Soy pequeña, Manuela, tengo mi vida por delante. Soy la primera de tres. Vos serás la segunda. Y luego vendrá una más; pero para eso falta, no quiero adelantarme. Mientras te escribo, ya te pienso desde esta ciudad tan inherente, tan mía, tanto que tal vez me marque para siempre y no pueda dejar de mirar el mundo sino desde el Río de la plata, plateado, brillante. En Buenos Aires no hay nieve como en las historias que me leen cuando me voy a dormir. Eran historias en las que caía nieve. Eso sólo pasa en los cuentos. A veces tenían princesas que se desvanecían en un río, mujeres que con su música deliraban a auditorios enteros. En mi ciudad, en cambio, los edificios tapan las iglesias, una extraña casa de playa mira hacia el obelisco, y la arquitectura tiene algo amontonado y de cachivache que la hace únic

Querernos así

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1º de enero. Arranca el año y viene a mi memoria una voz rodeada de sombrillas amarillas y blancas gritando a un micrófono de cable más largo que la Perla misma y con muchas erres "¡Arrrancó la temporada!". Mi memoria está llena de esos recuerdos enmarcados en un televisor Philco - rojo, regordete y ya a colores -, de cuando Mateyco o Badía trasmitían el "comienzo de temporada" desde La Feliz. También recuerdo la expresión escrita en los titulares de los diarios, cuando lo que pasó ayer se leía inevitablemente en papel y yo caminaba por la San Martín con mi familia. En ese entonces familia era otra cosa y la niñez un presente continuo que prometía no acabar nunca. La promesa de ser adulto, ese futuro posible, siempre era en futuro. La vida estaba asegurada en el marco estable de la infancia, creía que las cosas estaban dadas y que iban a ser siempre así. Arranca la temporada pero la vida comenzó hace rato, vuelvo a pensar siendo esa adulta que imaginé ser,