Berlín 2

Segunda parte.

El futuro

En Europa siempre me cuelgo mirando más bien hacia atrás, busco la historia de los lugares en la arquitectura, en los museos, en la formación de las calles irregulares, en las diferencias que necesariamente hay respecto a nuestro cuento, tan corto, tan nuevo. Ayer no paré de caminar y después de una vuelta enorme, volviendo al Postdamer Platz para tomar el S (es como un subte que va por arriba), una hendija entre dos edificios altos me llamó la atención: entremedio se veía una cúpula convexa, hecha de hierro y vidrio, y a través de ese vidrio se dibujaba el cielo. Estaba oscureciendo. Se escuchaba también una música suave y ruido de agua. Unas luces azules y rojas salían de adentro con algún movimiento. Desvié el rumbo y entré. Sin darme cuenta en un segundo parecía haber llegado al futuro. Era como entrar al decorado de Blade Runner. Y yo, que soy medio reacia a ir hacia adelante, que siempre busco más los por qué que los para qué, tuve que mandar a guardar la cháchara historicista y entregarme a… eso. El espacio me ganó, no había forma de resistencia. Estaba en el Sony Center, un lugar increíble, algo parecido a lo que imagino que es Tokyo pero en Berlín y además real. La cúpula es altísima y está sostenida por vigas, cables y probablemente muchos kilos de otras cosas. La fuente del medio dibuja unos juegos musicales y el sonido del agua es parte del asunto. La gente pasa, hay parejitas de la mano, grupos cenando en los restaurantes, inmigrantes hablando idiomas impenetrables, y una foto enorme de Marlene Dietrich en la vidriera de la Filmhaus. Para bajar a tierra, me senté al borde de la fuente. Súbitamente el juego musical de los chorros cambió y de golpe era otro ambiente. Estaba a merced del Sony Center, en el corazón de Berlín, en uno de los orgullos arquitectónicos que la ciudad luce como su mejor traje último modelo. Y yo, que siempre me agarro del pasado creyendo que ahí está todo, salí ejectada de un plumazo para el otro lado y quedé chiquita, sentada en una fuente mirando un presente que me desubicaba porque a eso que veía siempre lo había imaginado como El futuro. Pensé, llegamos.

El morocho

En el bordecito de la fuente me recuperé de la caminata. Tenía encima todo el día, y entre las peripecias cuenta un fracaso en mi intento de entrar a la Filarmónica de Berlín. En el hall, después de enterarme que no había más entradas, un rubio con corbata me llamó aparte y me señaló un morocho petiso que merodeaba en el hall como un águila de caza. Intenté comprarle un ticket al morocho, y estoy segura que el tipo primero me dijo “dieciocho” y después, unos metros más allá, cuando me alejó del bullicio público dijo ”ochenta”. Le comenté en castellano que estaba estudiando alemán, que a mí no me engañaba tan fácilmente, pero el tipo insistía monocorde “achtzig”. Yo seguía con “achtzehn”. Nuestro vínculo terminó cuando después de sacar un billete de diez abrí mi monedero para completar el pago. Era evidente que no iba a darle lo que faltaba en monedas y me miró entre enojado y decepcionado, y bueno, yo también lo miré entre enojada y decepcionada. A decir verdad nos decepcionamos el uno al otro con el morocho. Pero bueno, ya estoy acostumbrada, me ha pasado lo mismo con tanto morocho… justamente, había uno que me prometió llevarme un día a ver el clásico en la Bombonera. Se ve que le pasó lo que a mí, ni siquiera consiguió entradas en la sobreventa.

Basta, llegó la noche. Tiempo de descenso.

Un cariño,

Vera

pd, hay algo que me hace ruido, y vale un comentario. Estoy focalizando en morochos y en cúpulas futuristas que me asombran como a Cenicienta, pero Berlín tiene costados mucho más complejos y oscuros, de digestión bastante más difícil. Mientras pasan todas estas cosas, voy procesando también los pedazos de muro que hay en el camino, y la idea de que toda reconstrucción (de lo que la ciudad está llena) es producto de una destrucción en un pasado muy cercano. Estos temas son diarios, no hace falta ir a buscarlos para encontrarlos, están presentes en el día a día y en la gente. Quién sabe pueda darle alguna forma a lo inexplicable, por ahora van la inquietud y el adelanto…



Comentarios

  1. Perla querida, aquí nuevamente, felíz de recibir noticias tuyas desde Berlin....Ay Perla que ciudad maravillosa por favorr!! Pero que morocho atrevido, estás segura que era alemán? o era un otario avivado del abasto que quería tirar de tu carro? MIrá que siempre ha habido chorros,
    maquiavelos y estafaos,
    contentos y amargaos,
    valores y dublé.Pero un morocho alemán que te quiera vaciar la biyuyera, ay Perla no lo permitas!!!

    Si precisás una ayuda, si te hace falta un euro,
    acordate de Perlita que ha de jugarse el pellejo
    pa'ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión.
    Perlita de mi corazón te mando mi más afectuoso abrazo.
    Te saluda con emoción.

    Perla negra.


    PD: Puta que ganas de andar codo a codo por por la calles de Berlin!

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  2. El morocho es la pareja de 'la morocha' - en mi barrio de la infancia (en la infancia de mi barrio) la morocha era una fábrica de pastas, pero ahora me remito a otra acepción: la morocha del isleño, la marmita de hierro, la olla donde se cocía la grasa (hayyyy, las 'masas de grasas' diría un morocho peronista!). El problema de la argentina son las 'masas de grasas'!!!!
    Y si la morocha es la marmita de hierro puro (fundido che!!!), qué seria EL morocho? La pareja de la morocha! La de los restos de pescaditos fritos, con la grasa ya coagulada en el fondo de la oyyaaaa - en el fondo del islote, después de la fiesta campestre, lleno de negros ahora reposando en el pasto después de una vianda opípara! Y vos en Berlin che!! Tomate una HefeWeisen Von Fass!!!! Mirate mucho Kluger, y visitá el Bunker del Fürer -el último isleño que gestó masas de grasas!

    i
    PD/Y date una vueltita por Portugal para tomar un oporto auténtico!

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  3. Recibí un post (post era después, post erior, pero hoy parece que se trata de otra cosa) de un morocho argentino que me contó que estuvo un día en Berlín y se dedicó a vender entradas truchas para entrar al recital de Van der Moöniss, para el KlügeMusseum y a la Berlin Philarmonic Orchestra. El punto vive en el Abasto y se la tira de milonguero (De hecho fue a dar clase de 2X4 a las blondas germánicas) pero cuenta que se topó con una turista, parecía checa, que le quiso arruinar el negocio. "Morocho y argentino" dice que le dijo. Y se fue. Por lo demás adhiero al clú de envidia compartida. ¿Habrá un mejor lugar que Berlín por estos días? No. Pero amenaza Lisboa para dentro de poco. AH!

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Perla, Ivo, Mr. Cheme,
    gracias por los comentarios.

    Parece nomás que el morocho
    que tanto revuelo causa
    aquella noche tenía,
    en su cabeza, en su bocho,
    en medio del hall relleno,
    morder víctimas a pleno.
    No sobraban los morlacos,
    y claro, quería vender
    gato por liebre, decimos.

    Pero, cuidado, no es cierto
    que era del barrio de Abasto.
    Era una auténtico turco,
    de sangre pura, recto, casto,
    de esos que uno imagina
    en medio de cielo abierto
    combatiendo con los moros
    por un trozo de desierto.

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  6. Te voy a decir lo que te dijo Perla: qué ganas me dan de ir codo a codo contigo por Berlín!!

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  7. Santa María Floral, pero claro! vamos las tres codo a codo, sabés la de cosas que podemos hacer con ese estilo pum para perla caminando por Berlín?

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  8. Mis queridas Perlaass, pero ya se está formando una nueva vertiente de energía que va a inundar la ciudad, o la ciudad donde estemos, PUM PARA PERLA, es una energía que no puede parar salvo que sea aplicada una dosis extrema de rivotril!!

    Ya se está armando de a poquito... se vienee...

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